Como segunda recomendación de esta nueva etapa apenas recién inaugurada, traemos a: “Los alemanes” del escritor Sergio del Molino. Una obra ficcionada cuyo origen se sitúa en 1916, al acabar la Gran Guerra. Novela que le ha sido reconocida con el Premio Alfaguara 2024.
Por Rosa María Sánchez de la Vega. Madrid.
“Los alemanes” versa sobre los descendientes de los alemanes de la colonia del Camerún. Cuando un siglo atrás llegaba un grupo de alemanes del Camerún, huyendo de la invasión de los ejércitos aliados en la Primera Guerra Mundial. Unas 400 personas que se instalaron en Zaragoza.
El autor reconoce que lo descubrió en el transcurso de unas crónicas, unas investigaciones que hizo acerca de este tema, y que entonces le dedicó reportajes, crónicas, e incluso hizo una exposición en la ciudad, y descubrió sorprendentemente que era un tema muy poco conocido. Un episodio a día de hoy muy marginal.
La novela arranca en el cementerio alemán de Zaragoza, Gabi, el hermano mayor de los Schuster, ha fallecido. Eva y Fede, sus hermanos, se reencuentran. Ellos dos y su padre son los únicos supervivientes de una familia que llegó a formar un importante negocio de alimentación.
“Alimentar a esos españoles que aún llevaban en sus huesos el rocío de los campos por cosechar. Carne para los pobres, carnes a un buen precio. Y se sentían como benefactores. Justificando con esa cosa de grandeza, cuando en realidad les estaba metiendo carne de malísima calidad y la riqueza de su familia procedía de casi el envenenamiento masivo”. Afirma del Molino.
Y continúa: Todos los potentados industriales se tienen a sí mismos como benefactores de la humanidad, y lo vemos cuando hacen declaraciones. Aunque, no lo vemos en el caso de Inditex porque no sale nunca. De vez en cuando da unas máquinas, pero no tenemos su discurso, no sabemos cómo se ve a sí mismo.
Pues bien, un puñado de familias como la de los Schuster, vivían muy bien asentadas porque estaban custodiados por el ejercito español, pero en realidad en la práctica, eran ciudadanos que estaban haciendo su vida y podían tener sus empresas, sus negocios, casarse, hacer lo que quisieran. Y eso hicieron.
En lugar de volver a una Alemania en ruinas, buscaron todas las artimañas legales, entre otras casarse con urgencia para poder tener los papeles y quedarse en España. Y se quedaron en un limbo, porque ellos, su mundo colonial de Camerún había desaparecido. Su Alemania de Bismarck, había desaparecido también.
Y entonces, los años posteriores a la Primera Guerra Mundial son de mucha desorientación para ellos. Y cuando llega Hitler, cuando llega el Tercer Reich, lo que sienten ellos desde el exterior, desde España, y le pasa a todas las comunidades alemanas en el extranjero, lo que ven en Hitler es alguien que les devuelve la Alemania que ellos creen que han perdido.
Entonces se vuelven nazis muy entusiastas, son los más entusiastas de todos porque además no sufren el desgaste de la política de Alemania, para ellos es un ideal, es algo que está ahí lejos y cuando se produce el hundimiento de Alemania al final de la segunda guerra mundial y los nazis empiezan a huir despavoridos hacia Latinoamérica, pero también hacia España, en muchos lugares de España, pues la colonia alemana de Zaragoza, entre otras colonias, se convierte en un punto de refugio muy importante que les acogen, les dan recursos. y les facilitan la huida a todos los nazis porque los consideran sus compañeros, sus correligionarios y los representantes de la verdadera Alemania que ha sido derrotada.
Los alemanes tienen una relación con los cementerios distintos a la que tienen otras culturas europeas. Los cementerios alemanes, incluso en grandes ciudades como Berlín, están en el centro, son parques, están integrados urbanísticamente dentro de la estructura de la ciudad. No se consideran sitios mórbidos, ni lugares que evitar, ni poblados de fantasmas, sino que son lugares donde vas los domingos, a ver la tumba del abuelo, o si no es la tumba del abuelo, es un lugar agradable donde se pasea y demás. Y en ese sentido lo trasladan los alemanes a su propio cementerio en Zaragoza y lo transmiten generación tras generación. Realmente eso todavía hoy, las pocas familias que quedan van de vez en cuando a cuidar su cementerio y además. Y eso está encadenado en la cultura alemana que tiene una relación con la tradición muy potente y la ejemplifica con esa relación entre los muertos y los vivos.
El sentimiento de culpa también se hereda. Todo se hereda, de los padres heredamos todo, lo bueno y lo malo; siempre lo malo. La cuestión es qué hacemos con ello. Podemos vivir de espaldas a ello, podemos ignorarlo, muy poco rechazan la herencia, porque rechazar la herencia implica huir de los notarios, pero podemos dejar que se hunda, podemos hacer muchas cosas.
La idea de la novela es que nadie escape de la herencia de sus padres. Y heredamos también esas culpas porque nos las van a echar en cara. También la utilizamos para justificar nuestro comportamiento en un momento determinado.
Lo interesante, insiste el autor, es qué hacemos con ello. Hay gente que se pasa la vida echándole la culpa de todo lo que le pasa a sus padres, y políticamente también lo vemos, aquí hay una tendencia en España a echarle la culpa de todo lo malo que les sucede a los padres, es que claro, incluso se habla, hay un cliché político de los gobiernos en España que siempre se lo achacan todo a la herencia recibida. Siempre le echamos la culpa a la herencia, nos viene muy bien tirar balones fuera.