Rafael Fraguas/ Periodista, miembro de la Redacción fundacional del diario EL PAÍS y experto en Geopolítica
Madrid, a 26 de noviembre de 2023
Marciano Martín Castellano
Rafael Fraguas (1949) es madrileño. Dirigente estudiantil antifranquista, estudió Ciencias Políticas en la UCM; es sociólogo y Doctor en Sociología con una tesis sobre el Secreto de Estado. Periodista desde 1974 y miembro de la Redacción fundacional del diario El País, fue enviado especial al África Negra y Oriente Medio. Analista internacional del diario El Espectador de Bogotá, dirigió la Revista Diálogo Iberoamericano. Vicepresidente Internacional de Reporters sans Frontières y Secretario General de PSF, ha dado conferencias en América Central, Suramérica y Europa. Es docente y analista geopolítico, experto en organizaciones de Inteligencia, armas nucleares e Islam chií. Vive en Madrid.
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–El Periodismo es una de las actividades sociales que más se han transformado en estos años. El desarrollo de la tecnología, con todas sus ventajas, ha eliminado sin embargo las concepciones que hemos mantenido durante siglos sobre el espacio y el tiempo. Sobre estas dos dimensiones se ha desplegado la Cultura humana a lo largo de la Historia. Pero hoy parece que todo sucede al mismo tiempo, sobre un espacio deslocalizado. El Periodismo se ha resentido mucho, porque es, en esencia, periodo, es decir tiempo, y papel, espacio…
— En una entrevista que hice al entonces director del diario deportivo AS, Alfredo Relaño, me comentó que él era partidario de dar la noticia de forma más pausada y con más contenido. ¿Qué opinión tienes?
–Soy de la misma opinión, pero tenemos que diferenciar los géneros informativos. Los tempos no son los mismos. Cuando surge la noticia hay que darla inmediatamente, pero hay que situarla en un contexto, atribuir fuentes, contrastarla, hablar con el mayor número de personas posible antes de adelantar más contenido. Alfredo tenía razón, el flash nos desborda aunque hay que darlo inmediatamente.
–¿Cuál ha sido tu papel de periodista en la Transición española? ¿Cómo viviste estos cambios en el diario El País?
— Yo había estado antes en otros medios. Nos hallábamos en medio de una gran lucha de masas contra la dictadura y por la conquista de las libertades. Cuando el pueblo se echa a la calle, los cambios que desea se materializan por arriba, desde el poder. Como periodistas, participábamos de esa euforia que se estaba dando en la calle. Tomamos conciencia de que el Periodismo ejerce una función mediadora en la sociedad, pues pone en contacto a sectores distintos e informa a ambos despejando la incertidumbre. Teníamos una finalidad, una meta social compartida y esa meta era la democracia. En cualquier trabajo, lo que se hace con una motivación clara, se consigue y eso fue lo que pasó. Se logró un sistema de libertades del cual la mayoría social se benefició y que, hasta entonces, la dictadura impedía.
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— Pese al desenlace de la Segunda Guerra Mundial, con la derrota del nazi-fascismo en Europa, la dictadura franquista se había perpetuado en España. Aquí, el franquismo “se metía en la cama con uno”, intentaba ocupar y dirigir todos los escenarios de la vida, impregnaba todas las capas sociales, lo inundaba todo. Teníamos sobre nosotros el pesado fardo de la dictadura. Sin embargo, obreros, estudiantes, campesinos, mujeres, contábamos con un entusiasmo enorme para deshacernos de aquel régimen para lo cual contábamos con un legado de lucha que se remontaba a la guerrilla, hasta que el PCE y otros partidos clandestinos, inauguran la política de reconciliación nacional mediados los años 50.
— ¿Cuéntame cómo nació el diario El País?
— La idea partió de José Ortega Spottorno en el arranque de los años 70 del siglo XX. Era un hombre liberal, hijo del filósofo José Ortega y Gasset y vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Pertenecía a la burguesía ilustrada madrileña. Tenía el propósito de crear un periódico distinto, europeísta y librepensante, con una línea editorial democrática. Manuel Fraga Iribarne, ministro de Franco, previendo que se avecinaban cambios sociales y políticos, se apuntó de la idea y facilitó su inscripción en el registro periodístico. Ortega Spottorno pidió ayuda a Ramón Tamames, entonces dirigente del PCE, para buscar y encontrar accionistas en medios liberales y progresistas. La clave del nacimiento de El País era una alianza tácita, no explícita pero real, entre sectores sociales distintos: de un lado, la burguesía ilustrada; y, del otro, la clase obrera y el movimiento estudiantil y vecinal. Ambos sectores estaban mutuamente interesados en conseguir un régimen de libertades democráticas en España. Todos los antifranquistas tenían el mismo propósito. Eso fue El País en su origen. Jesús de Polanco, que era inicialmente uno de los accionistas, se dio cuenta de que informar democráticamente y libremente no era sólo era un deber, sino que también sería un buen negocio. Todos estaban de acuerdo en las libertades; luego, cada uno las utilizó según sus intereses.
— Yo soy de los que cree que Jesús de Polanco y Juan Luis Cebrián fueron piezas claves en la Transición española. ¿Cómo lo ves tú?
— Sinceramente, creo que sí. Actuaban entonces movidos por sus intereses, que eran entonces coincidentes con los de la mayoría social, la clase obrera: libertades y democracia.
–¿Qué paso con tu incorporación a El País como periodista comunista?
— Había mucho recelo a la hora de fichar periodistas comunistas en la Prensa en general. Pero era bonito “sentar a un comunista en tu mesa”. Fuera de bromas, creo que había mucho respeto político hacia el partido. Y También, hacia la profesionalidad. De esta forma, entraron algunos muy valiosos compañeros del PCE en el periódico. La lucha sindical, incesante, fue allí muy exitosa pues se consiguieron niveles salariales que permitían la independencia. Lo más importante era la profesionalidad, la objetividad informativa.
— ¿El periodismo objetivo siempre tiene que estar por encima del anunciante?
— Un producto cualquiera, por sí mismo, no se acredita. Necesita para ello de la publicidad. Como la información de un medio creíble dice la verdad y eso le confiere crédito y prestigio, los publicitarios, en contacto con los dueños de los productos en venta, acuden a anunciarse a un medio informativo que dice la verdad y se arriman a él para dotarse de esa credibilidad que por sí mismo el producto no tiene.
–¿Por qué no se luchó mucho antes por la Memoria Histórica?
–Ahora es muy fácil plantear esa pregunta. Pero entonces no había fuerza suficiente para plantear tal lucha. La política es una correlación de fuerzas. Yo creo que se pensaba que no había suficiente fuerza, el franquismo todavía resultaba muy poderosos, por lo que se plantearon otras prioridades, otras tareas. La memoria estaba en los pueblos, en el sufrimiento, en los silencios de tantas esposas y madres; estaba en el duelo por la gente perdida de la persecución genocida. Uno era un bando y el otro, la legalidad republicana. Tras el alzamiento golpista de julio de 1936, en Madrid hubo crímenes. Fueron cinco meses de descontrol. Pero pronto se puso fin a aquellos desmanes. Frente a ello, surgieron 40 años de genocidio a lo largo de la posguerra. Toda vida humana es sagrada. Eso es evidente. Pero no todos los gatos son pardos.
— Has comentado antes el tema de Israel y Gaza ¿Qué está pasando ahí como experto en conflictos de esta índole?
— Es un problema de una complejidad extraordinaria. Lo que digo ahora a lo mejor en veinte minutos los hechos pueden refutarlo, porque el salvajismo en el que suelen degenerar las guerras es incontrolado. Yo creo que las relaciones entre los dos pueblos son muy complejas. Hay una conflictividad innata entre israelíes y palestinos porque se asentó un Estado en un territorio palestino, donde los judíos llevaban siglos sin comparecer. En lo más cercano, tiene sus orígenes en el año 1948. ¿Qué percepción tiene un país, un pueblo, sobre sí mismo y sobre su vecino? Son percepciones allí antagónicas, que llevan inexorablemente al conflicto. Si no existe una idea clara de la otreidad, una empatía, para entender las demandas e intereses del otro, el conflicto está asegurado. Cuando preguntaron a Sócrates qué era lo que, sin ser pequeño, tampoco era grande, el filósofo griego respondió: “eso es lo otro”. Esa percepción de la otreidad es decisiva a la hora de arreglar un conflicto y tal percepción, allí no existe.
–¿Qué significa esto?
–Significa que para salir de ese enfrentamiento irreductible, entre un tú y un yo, entre yo y el otro, entre mi concepción del mundo y la tuya, deberá haber un arbitraje que regule el conflicto entre ambos. Este conflicto puede escalar a una guerra generalizada e incontrolada. Estamos en gran parte del mundo regidos por personajes irresponsables. Sólo tenemos que hacer un repaso….
–Ves una próxima guerra mundial…
— No quiero ser alarmista, pero se dan muchas de las condiciones que la determinan. Yo confío en que el genio humano, la inteligencia humana sepa sobrellevar y trascender los graves problemas existentes. De otros muy graves hemos salido.
–¿Cómo valoras la política española?
–Es un hito histórico el que haya un Gobierno de coalición, creo que es un hecho político muy importante. En los últimos años, el marco electoral se ha abierto por la izquierda y por la derecha, surgen nuevas oportunidades. Han llegado al Gobierno gentes con ganas de hacer cosas y las están haciendo, se está avanzando. Todo lo político es opinable, pero hay cosas que son evidentes: la realidad reflejó un gran hartazgo en este país sobre el bipartidismo. Se han hecho cosas muy importantes en España gracias a la izquierda, por ejemplo, se terminó con el terrorismo, logro que se olvida ahora. Gracias a la izquierda las libertades se consolidaron. Llega el movimiento 15 M, se rompe el bipartidismo. Entran nuevos aires, nuevas formas.
— ¿Quién tiene derecho a la presencia electoral?
— Quien respete la Constitución y las leyes.
— ¿La extrema derecha tiene derecho a estar en el área política?
–Si respeta la Constitución, sí. Pero no parece que la respete, al negar libertades consagradas y derechos adquiridos, rechazar la existencia de los crímenes de género, al propiciar la destrucción de logros sociales y de muchas más conquistas importantes. Tiene que imitar la derecha democrática francesa, a la alemana, pero aquí no lo hace. También se han hecho muchas tonterías desde la izquierda, causadas muchas de ellas por los linchamientos a los que se ha visto sometida por parte de quienes no admiten otra forma de hacer política que la de linchar al adversario. Bastante ha hecho el Gobierno de coalición, el primero de la democracia, en combatir contra la pandemia del Covid, afrontar los desastres de la Filomena y el volcán de La Palma y, ahora, con los efectos de la guerra de Ucrania, entre otros, la rampante inflación que ha generado. No se le pueden pedir peras al olmo. Desde el minuto cero de su llegada al Gobierno, ha soportado un linchamiento total. Si te linchan te bloquean. Y si te bloquean, es fácil que te puedas equivocar.
–¿Qué le conviene al estado Español, que gobierne la derecha o que gobierne un Gabinete de Coalición?
–En mi opinión, el Estado está inserto en Europa. A España y Europa les conviene que prosiga gobernando la coalición para seguir progresando.
–¿Por qué?
— Porque la derecha no tiene ideas propias. No ha hecho nada más que impugnar, intentar linchar, insultar, etcétera, me refiero a los dirigentes de la derecha, no la buena gente que le vota. Es legítimo que la gente vote la opción que quiera. Pero la dirigencia de la derecha solo parecen querer desmantelar lo que ha hecho este Gobierno en materia social y salarial, y eso es una locura para el Estado. La cúpula de la derecha ha impregnado de corrupción casi todas las esferas de la política. Hay una obsesión por privatizarlo todo, como se demuestra, por ejemplo, con la Sanidad pública en Madrid y en muchos otros lugares.
–¿Qué ha pasado en Cataluña?
–Buena parte de la burguesía catalana se ha hecho independentista porque piensa que el capitalismo industrial que ella encarna ha sido derrotado, machacado, expoliado por el capitalismo financiero, que ellos creen que reside en Madrid. El capitalismo financiero, que también reside allí, no aporta nada, es la mera especulación. El capitalismo industrial por lo menos invertía, creaba industrias, textil, química… generaba empleo y por lo tanto “se mojaba”. Desde luego, todos los tipos de capitalismo son malos. Pero uno, como el capitalismo industrial, al menos daba allí la cara mientras el otro, el capitalismo financiero, sólo mueve el dinero. Eso no es riqueza; la riqueza reside en los músculos y en las mentes de quienes trabajan, no en el dinero. Por otra parte, la independencia de Cataluña creo que es inviable en un mundo tendente a la globalización.
–¿La ley de amnistía puede o no ser un bálsamo para tranquilizar esto? Entiendo que la política hay que solucionarla desde la política?
–Creo que la judicialización, el mero castigo a los responsables del procés por parte del Partido Popular, fue un error. La amnistía es una medida política reconciliadora. Pero solo será balsámica si se obtienen contrapartidas serias a cambio. Si hay amnistía, los dirigentes catalanes tendrán que atenerse a la Constitución. En los denominados poderes fácticos hay mucho recelo. Con todo, lo peor sería que la derecha se haga con el poder y vuelva a judicializar las cosas, lo cual llevaría de nuevo a una confrontación, más acentuada. Lo que se está haciendo por parte del Gobierno es buscar una compensación importante a esa amnistía. El perdón es siempre más dialogante que el castigo y la maza.