Escritor y naturalista
Dentro de la panoplia de buitres ibéricos, nos encontramos con una especie que llama la atención tanto por su aspecto físico como por su conducta alimentaria. Es uno de los de mayor envergadura, sin llegar a la del buitre negro, pero superando ligeramente al leonado.
En cuanto a su aspecto físico destacan la presencia de filoplumas de color oscuro, similares a pelos, a modo de antifaz, que rodean el ojo y bajan hasta la zona inferior del pico a modo de barba. De ahí su nombre científico Gypaetos barbatus que viene a significar buitre-aguila con barba (Gyps=buitre y Aetos=águila).
Su silueta de vuelo es la de un gran buitre que la diferencia del resto, básicamente, por sus alas algo más largas y estrechas y una cola también larga y con una forma de cuña más pronunciada. En los individuos adultos destaca también el color oxido-anaranjado de su zona ventral, siendo los individuos juveniles de tonalidades pardo-oscuras.
Se le considera como el último eslabón en el aprovechamiento de las carroñas puesto que, por muy extraño que nos pueda parecer, se alimenta fundamentalmente de huesos o más específicamente de la médula de estos. Aunque no desdeña tendones o pieles de animales muertos o la parasitación a otras grandes rapaces.
Para poder romper los huesos en fracciones menudas y de ese modo poder engullirlos, debe tener, de algún modo, habilidades de cálculo visual de la velocidad o tiempo de caída de los cuerpos y del viento dominante para poder acertar a fragmentar los restos óseos contra las rocas, llamadas rompederos. Estos conocimientos puede que sean rústicos, pero probablemente tenga una componente de aprendizaje al igual que otra innata. Algo similar a lo que ocurre con los alimoches y su conducta innata de romper huevos, que contiene un comportamiento natural que se perfecciona con el aprendizaje.
Hemos de saber que España es un lugar privilegiado puesto que es uno de los pocos lugares de Europa que aún conserva una población de quebrantahuesos. Únicamente en Creta, Córcega y los Balcanes podremos observar la especie. Si salimos del continente europeo encontraremos poblaciones de este buitre barbudo en África y Asia.
En España la población se encuentra principalmente en la cordillera Pirenaica, si bien tenemos núcleos poblacionales, aunque muy restringidos, en los Picos de Europa y en las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas.
Es meritorio que nuestro país aún conserve poblaciones reproductoras de este magnífico buitre, escaso en el resto de Europa. Sin embargo esto no es suficiente y devolver la especie a los números y la distribución poblacional original debe ser uno de nuestros retos, como otros que aún no hemos alcanzado, para conservar nuestra maravillosa y, en ocasiones, única fauna.