Enrique Julián Fuentes. Ingeniero Forestal
Montehermoso, a 4 de noviembre de 2023
“ La gente suele preguntarme cómo celebro mis éxitos (…). Me gusta volver a mi campo de entrenamiento en Kenia y plantar un árbol. Mis compañeros de equipo y yo, establecimos la tradición de plantar un árbol para celebrar nuestros éxitos, ya que, una vez alcanzada la meta, el momento de gloria es fugaz, pero la alegría que nos produce el crecimiento de un árbol, dura muchas vidas. Como deportistas, entrenamos en el bosque, necesitamos el bosque ya que es bueno para nuestra salud y poder respirar bien. Quiero que el mundo respire bien y no se puede respirar sin los bosques.”
Este enunciado, que bien podría corresponder a un catedrático de Ingeniería de Montes o Ciencias Naturales, es obra de Eliud Kipchoge; el atleta keniata que, con su humildad y humanidad, eclipsó a la mismísima Meryl Streep el pasado 20 de octubre en la entrega de los Premios Princesa de Asturias 2023.
Kipchoge es, además del flamante y reciente ganador del Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2023, bicampeón olímpico, campeón del mundo y está considerado como el mejor corredor de Maratón de todos los tiempos, al haberse impuesto en 18 citas nada menos.
Destacar este fragmento de discurso, incluido en una exposición brillante, que vincula el atletismo con la felicidad para alcanzar la paz y la celebración del triunfo con la plantación de un árbol, en el marco de una prestigiosa entrega de galardones en la que se premia el esfuerzo, la superación y el compromiso por los demás, entra en contradicción con las palabras mencionadas hace apenas unas semanas por el señor Bill Gates, quien afirmó, según recogen varias publicaciones, que “es absurdo plantar árboles para combatir el cambio climático”.
Resulta que los mismos que pretenden que comamos carne sintética artificial por el bien de la salud del planeta, tratan de confundir a la opinión pública con algo tan aceptado y fácil de entender como es, el hecho de que los árboles depuran el aire y mejoran las condiciones sanitarias del ambiente y el entorno en el que se asientan. ¿Qué será lo siguiente, postular que la proliferación del desierto incrementa la esperanza de vida?.
Por formación académica y convencimiento personal, siempre he defendido la acción de cuidar nuestros bosques y de invertir en la creación de nuevos espacios y superficies forestales. Los bosques depuran el ambiente contaminado de las ciudades y polos industriales. Su gestión genera empleo y fijan población y riqueza en el ámbito rural.
Aportan multitud de recursos naturales y materias primas fundamentales como la madera para la construcción o la biomasa para producir energía; forman espacios naturales de biodiversidad en los que conviven multitud de especies de fauna y flora silvestre y definen el grado de madurez intelectual y cultural de la sociedad que los alberga.
Los árboles son sinónimo de crecimiento, desarrollo y progreso y la ausencia de ellos, implica escasez, pobreza, conflictos sociales y dependencia económica absoluta.
Basta con echar un vistazo a los datos socioeconómicos de Haití. El país caribeño que comparte isla con la República Dominicana y en el que del 98% de su territorio, se encuentra absolutamente deforestado. Los habitantes huyen por miles hacia la ciudad y hacia países más prósperos, porque la pobreza es tal, que no hay opciones de desarrollar actividad alguna sobre el territorio. La vinculación económica de la falta de masa forestal es tan evidente, que está considerado el país más pobre de América, siendo, además el que ostenta la triste consideración de disponer del mayor deterioro ambiental del territorio.
Una buena gestión forestal y ambiental, incrementa los indicadores socioeconómicos y de biodiversidad, ganando la partida a la pobreza y a la despoblación, beneficiando la creación de empleo y elevando los indicadores de consideración y popularidad sobre los gobernantes del territorio.
Plantar un árbol como recompensa por una hazaña conseguida, nos hace más humanos y nos ayuda a alcanzar la paz y la felicidad, tan ausente y necesitada en nuestros días. Plantar un árbol es un acto de generosidad, dentro de esa carrera de fondo que es la vida, es también un compromiso con el futuro de nuestros hijos, carentes de valores como los de Eliud Kipchoge. El mejor corredor de Maratón de todos los tiempos.